Atlético Nacional se quedó en octavos de final de la Copa Libertadores y la herida sigue abierta. En el ambiente quedó flotando la idea de buscar culpables, pero lo cierto es que Javier Gandolfi no puede cargar solo con la eliminación.
El equipo verdolaga quedó expuesto en los 180 minutos frente a São Paulo y los errores vinieron, principalmente, desde adentro de la cancha.
La serie estuvo marcada por decisiones y fallos puntuales de los jugadores. En Medellín, Nacional tuvo en sus pies la ventaja. Erró dos penales claves, estrelló pelotas en los palos y perdió duelos mano a mano frente al arquero rival.
La historia pudo ser distinta con un mínimo de eficacia, pero la falta de contundencia terminó pesando más que cualquier planteamiento táctico.
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La vuelta en el Morumbí fue otro capítulo de desconexiones. El equipo lució apagado, sin chispa ni carácter para plantarse en un escenario imponente. Para completar la pesadilla, llegó la expulsión infantil de Edwin Cardona, que dejó al plantel con diez en el momento más caliente de la serie. Ese detalle terminó por sentenciar cualquier intento de reacción.
Es cierto que Gandolfi continuaría su ciclo y que aún busca consolidar una idea. Sin embargo, culparlo por la eliminación es simplificar demasiado el análisis. Los jugadores tuvieron la serie en sus manos y la dejaron escapar por falta de jerarquía en los momentos decisivos.
La hinchada exige explicaciones y ya pide cabezas, pero el reflejo más claro de lo ocurrido es que Nacional se derrumbó por errores propios. El técnico deberá ajustar, sí, pero la deuda es de quienes estuvieron en la cancha.
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