(Opinión) – Aún no se sabe si el nombre de James Rodríguez está en el entorno de Atlético Nacional. Con su salida del León prácticamente confirmada, muchos hinchas sueñan con ver al 10 vistiendo de verde. El rumor, aunque atractivo, tiene más de deseo popular que de una negociación avanzada.
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El elenco antioqueño atraviesa un proceso de reconstrucción deportiva. El equipo busca recuperar su identidad y protagonismo en el ámbito internacional. Un fichaje como el de James generaría impacto mediático inmediato, impulsaría la taquilla y fortalecería la imagen del club en el continente.
Sin embargo, el desafío no es menor: su salario y nivel de exigencia superan los límites habituales del fútbol local.
El mediocampista de 34 años, símbolo de la Selección Colombia, aún conserva talento para marcar diferencias. Ir a Medellín podría representar un cierre de ciclo emotivo y un aporte valioso en experiencia.
Pero también hay dudas respecto a su ritmo competitivo, continuidad física y motivación para afrontar un torneo tan exigente como la Liga BetPlay.
En el club antioqueño reconocen la necesidad de incorporar líderes, aunque sin comprometer la sostenibilidad financiera. Por ahora, no hay una oferta formal.
La ilusión está viva, pero depende de factores más allá del corazón. Si James prioriza el legado sobre el dinero, Nacional podría convertirse en su última gran historia, además de ser un trampolín a la próxima Copa Mundo.
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