(Opinión) – El reciente comunicado del América de Cali sobre el clásico vallecaucano pone sobre la mesa una discusión que el fútbol colombiano evita desde hace años: la necesidad de fortalecer los mecanismos de transparencia arbitral.
En un campeonato donde los errores de los jueces generan polémicas semanales, la solicitud de veedores se convierte en un llamado urgente a la credibilidad.
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El fútbol profesional colombiano necesita más que declaraciones de respeto y juego limpio. Requiere estructuras sólidas que garanticen la imparcialidad. La presencia de veedores arbitrales no debería verse como una excepción, sino como una norma en partidos de alta tensión.
Solo así los clubes y la afición podrán confiar en que los resultados dependen del juego y no de las decisiones cuestionadas en el VAR o en la cancha.
La ‘mecha‘ no cuestiona al árbitro designado, pero reconoce la importancia de la vigilancia independiente. Su petición apunta a recuperar la fe en el sistema arbitral y a evitar que los clásicos se manchen por sospechas.
La Dimayor y la Federación deben escuchar este mensaje y convertirlo en acción. Sin transparencia ni control efectivo, el espectáculo pierde legitimidad. El FPC necesita evolucionar hacia una estructura donde cada decisión arbitral se sienta justa, visible y respaldada por la verdad del juego.
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