Independiente Santa Fe atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente. Entre 2012 y 2018, el club bogotano vivió su época dorada. Mantuvo un valor de plantilla que no bajó de los 15 millones de dólares, y esa inversión trajo frutos.
Ganó la Copa Sudamericana en 2015, logró tres títulos de Liga (2012, 2014, 2016) y compitió en instancias decisivas de la Copa Libertadores. Con Wilson Gutiérrez y Gustavo Costas, Santa Fe fue protagonista en Colombia y en el continente.
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Esa estabilidad se quebró a partir de 2019. Tras la salida de César Pastrana, llegó Juan Andrés Carreño, cuya gestión duró poco más de una temporada. En ese periodo, el club infló su nómina, alcanzando hasta 60 jugadores profesionales inscritos.
Según testimonios internos, el plantel parecía un equipo europeo en cantidad. Las contrataciones no dieron frutos y el rendimiento deportivo fue pobre.
Ese mismo año asumió la presidencia Eduardo Méndez. Su plan priorizó la sostenibilidad financiera. Redujo costos, disminuyó el valor de la plantilla a 11,15 millones de dólares y se acogió a la ley de insolvencia.
Desde entonces, Santa Fe ha intentado cumplir con sus obligaciones, incluyendo pagos a plazos como el caso de Rodrigo Betancourt. La sanción FIFA sigue activa, aunque no impide registrar jugadores. Sin embargo, la crisis económica limita cualquier tipo de inversión ambiciosa.
Deportivamente, el panorama tampoco mejora. Desde 2020, el equipo solo ha logrado dos subcampeonatos y una Superliga. En torneos internacionales no ha superado las fases iniciales. Mientras la inversión disminuyó, también lo hicieron los resultados.
El pedido de la hinchada
Hoy, el León lucha por volver a ser competitivo. El presente exige una reestructuración profunda, pero también visión a futuro.
El pasado glorioso no puede ser solo una postal. La hinchada quiere resultados, pero sobre todo, quiere volver a creer.
Santa Fe debe recuperar su grandeza desde lo institucional, lo deportivo y lo humano. Porque un club con tanta historia no puede conformarse con sobrevivir. Tiene que volver a rugir.
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